En Corao, a poco
más de 6 kilómetros de Cangas de Onis, existe una pequeña ermita rodeada de
viejos y robustos tejos, en las que pocos visitantes reparan, pero que para los
Asturianos tiene un enorme valor. Y es que aquí mismo, fue donde el Rey Don
Pelayo decidió ser enterrado junto con su esposa Gaudiosa tras su muerte en el
año 737.
Este enclave, ya
fue considerado sagrado por los astures y es que, yo no se si por sus
connotaciones históricas, por el silencio, por el aroma que allí se respira o
por qué, pero este sitio tiene algo especial.
Aunque los
cuerpos de Don Pelayo y su esposa fueron trasladados a la Santa Cueva en el
siglo XIII, esta ermita siguió teniendo gran atractivo y, por ello, y para
adaptarla a las distintas necesidades del pueblo, fue sometida a continuas
reformas y ampliaciones desde el el siglo XII hasta el XIV, la mayoría no con
demasiado éxito, ya que la pureza de esa primera construcción se ha ido
diluyendo casi hasta desaparecer. La ultima restauración fue realizada en 1977,
cuando se inició la recuperación de este significativo edificio abandonado a
principios del siglo XX.
Su parte más
interesante es la portada sur, del siglo XII, que representa el Juicio final.
Como curiosidad adicional, no os perdais en el capitel de la derecha un
condenado arrastrado por los pelos por un demonio. Escena conocida
tradicionalmente como la condena del traidor Don Oppas, un obispo que intentó
convencer a Pelayo para que se doblegase ante los musulmanes.
En el interior
podemos ver las laudas sepulcrales de Pelayo y su esposa, algunas pinturas
murales y los restos de Roberto Frassinelli y Burnitz. Un interesante y
excentrico personaje. Un alemán afincado en Corao dibujante, marchante,
naturista… del que no se sabe mucho, salvo que contribuyó a la restauración de
Covadonga con un diseño que sustituyó al inicial de Ventura Rodriguez, que se
perdía por las montañas largas temporadas y se bañaba en el hoy conocido como
el Pozo del Alemán (hoy podemos seguir sus pasos gracias a la Senda Frasinelli,
camino desde Corao hasta la Montaña de Covadonga), que instaló un estudio natural
en la Cueva del Cuelebre y que tenía su casa en Corao, actualmente en proceso
de restauración, creo que para hacer un museo en su nombre.
Aunque se puede
subir en coche hasta la misma ermita, es recomendable dejar el coche en el
mismo Corao y seguir el camino de no más de 1 kilómetro hasta llegar a ver
primero su espadaña y luego el conjunto al completo. Siempre es más intrigante
si te acercas andando y vas pensando si lo que buscas estará tras la siguiente
curva. El inicio del camino está débilmente indicado a la entrada de Corao, es mejor preguntar antes de empezar a andar si tenerlo muy claro. Las coordenadas de inicio son 43.345904, -5.062995. La única senda que sale desde la calle principal del pueblo hacia las montañas. Si dejamos a nuestra izquierda un campo deportivo y más tarde pasamos un puente por encima del rio Güeña sabremos que vamos bien. Solo encontraremos una bifurcación en el camino que puede confundirnos. El secreto es seguir siempre camino arriba. No hay pérdida.
Si has subido
andando y no quieres regresar por el mismo camino, te sugiero que en vez de
desandar lo andado, continúes adelante por el mismo camino. Este camino de
descenso a Corao es un poco más largo que el de subida, pero en total, el
circuito completo no llega a 3 kilómetros y es un agradable caminar entre
campos, praderas, arboles, arroyos y ganado.