Tenía todo a mi favor, ahora sólo me quedaba elegir el sitio. ¿Dónde ir? Había muchas posibilidades, pero había que pensar en que ibamos con niños pequeños y muchas zonas de la sierra quedaban automáticamente descartadas.
De repente, hablando con una amiga sobre el tema me dijo que ella iba con sus hijos muy a menudo al Valle de la Fuenfría. La verdad es que me sonaba muy familiar, pero estaba más que segura de que no había estado. Me habló de una explanada bastante grande donde confluían varias rutas: La calzada romana, el Camino de Schmid, la Ruta de los Miradores, etc… Tenía la ventaja de que algunas rutas eran caminos forestales sin demasiada pendiente, por lo que podías dejar más o menos libertad de movimientos a los niños. Ya no había duda, iríamos a pasar el día allí.
Me informé un poco más por internet y encontré este mapa de rutas de la zona, que también podeis conseguir en el Centro de Educación Ambiental Valle de la Fuenfría. ¿Que más quería?
El sábado madrugamos, como cada sábado cuando tienes niños y como ya habíamos dejado todo preparado el día anterior, estábamos en seguida de camino hacía Cercedilla.
Llegando al Valle de la Fuenfría |
Realmente, cuando me bajé del coche, me di cuenta de que habíamos acertado totalmente al venir aquí. Nos cogimos las mochilas y nos dirigimos hacia donde comenzaban las rutas, justo al lado del aparcamiento.
Segunda cosa que tengo que confesar hoy y que también me da bastante vergüenza, porque es un error de novato total, es que, cuando cogí la cámara de fotos me dí cuenta de que la batería seguía cargando en el enchufe de casa. A ver cómo explicas esto con la cara que se te queda y sin que los demás piensen que estás a por uvas. Suerte que las cámaras de los móviles han evolucionado y hacen unas fotos bastante decentes. Al final pude salvar la honrilla y los recuerdos gracias él.
Inicio de la ruta |
Puente del descalzo y señales de las rutas que coinciden en este tramo |
Riachuelo que pasa por debajo del Puente del descalzo |
No soy capaz de calcular las veces que pudimos parar, si no era por que habían visto una piedra, era un palo y, lo que era peor, setas. Debido al clima humedo de la zona, encontramos un par de niscalos, pero sobre todo Amanitas, ¡que cantidad de ella había en los márgenes del camino! Y ¡qué fiesta montaban cada vez que encontraban una!. También a la altura del puente bajamos hasta el río y nos quedamos un rato haciendo barquitos de madera y viendo como los arrastraba el agua.
Una de las muchas Amanitas que nos encontramos por el camino |
Camino forestal que nos acompañó todo el recorrido |
Una vez de nuevo en la explanada, cogimos una mesa donde desplegar los víveres que habíamos traído. Los niños no estuvieron sentados más de 5 minutos, lo normal. El entorno les llamaba demasiado la atención para quedarse allí quietos, así que anduvieron investigando la zona y subiéndose en enormes rocas que había por allí cerca.
Entorno de la zona de pic-nic donde se encuentran las mesas de granito |
Explanada al lado de la zona de pic-nic y del aparcamiento "G" |
Para los que os animeis a acercaros a la zona, deciros que, aparte de las rutas que aparecen en el mapa que os he indicado, cerca de donde aparcamos se encuentra Aventura Amazonia, un centro de ocio en plena naturaleza con varios recorridos, en función de la edad (a partir de 6 años) y la complejidad que quieras, en los que mediante tirolinas, puentes, escaleras y otra serie de pruebas te harán llegar de árbol en árbol y sin tocar el suelo, hasta la meta.
Además si no quieres andar preparando bocadillos el día anterior, también cerca de donde aparcamos está el Hotel Rural Casa Cirilo. Nosotros no hemos estado, pero viendo la carta parece razonable y en Tripadvisor las opiniones en general son buenas.
Aunque el día era bueno, los días en otoño son más cortos y cuando se va el sol comienza a refrescar, así que recogimos pronto, pero como no queríamos volver todavía a casa, se nos ocurrió acercarnos a ver la Silla de Felipe II, que no estaba muy lejos de allí y tampoco la conocíamos.
Según nos acercabamos a la Silla de Felipe II, nos ibamos arrepintiendo de la decisión tomada. Al contrario que en el Valle de la Fuenfría, donde nos habíamos encontrado con la cantidad justa de gente que te permitía disfrutar de un paseo en soledad cruzandote puntualmente con gente, la carretera que nos llevaba hacía la Silla de Felipe II estaba atestada de coches que, al no encontrar sitio para aparcar, se apiñaban en la cuneta de la carretera.
El caso es que ya estabamos allí, así que aparcamos donde buenamente pudimos y nos dirigimos hacía la silla. Claro, todos los coches habían venido con gente y toda la gente estaba en la misma zona alrededor de la Silla. ¡Había que hacer cola hasta para sentarse en la Silla!. Increible. El probable precioso paisaje que desde allí se podría divisar y disfrutar en silencio y tranquilidad, quedaba eclipsado por la sensación de lugar de peregrinaje y el agobio del gentío que se arremolinaba en torno a la Silla.
Subimos las escaleras hasta la Silla, pero claro, no nos sentamos en ella, simplemente echamos un vistazo a las amplias vistas, nos dimos una pequeña vuelta por las grandes pidras de los alrededores y en seguida decidimos que lo mejor era retirarnos. La bocanada de aire fresco que habíamos ido buscando ese día no la ibamos a encontrar allí.
Retomamos el camino a casa y nos quedamos con lo bueno, ese Valle de la Fuenfría con tantas opciones para ir descubriendo poco a poco y que, desde ese día quedó marcado en nuestro mapa de zonas de naturaleza donde escapar del bullicio, disfrutar de un paseo en tranquilidad y seguro y atractivo si vas con niños.
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