Pocas construcciones abandonadas tienen tanta vida
como la que visitamos este fin de semana.
Se trata de una presa que Bravo Murillo, ministro de obras públicas durante el reinado de Isabel II mandó
construir allá por 1851 para abastecer a Madrid. 7 años de duros trabajos dieron como resultado minas, canales, acueductos y una presa que nunca llegó a estar en activo, porque la zona que la
soporta es de roca caliza y el agua en vez de quedar retenida muros adentro, se
filtraba, lo que hizo imposible su llenado. Me imagino el día de la
inauguración… Reyes, ministros, ingenieros y demás comparsa preparados para darse sus
palmaditas en la espalda por lo bien hecho, se cierran compuertas y eso que no
se llenaba y que no se llena y que no se llenó.
¿El resultado de este fracaso? Una preciosa
pradera atravesada por un riachuelo y flanqueada por dos enormes cortados que
atraen a multitud de amantes de la escalada cada fin de semana. Es una zona
perfecta para pasar un día de picnic, hacer un poco de senderismo o simplemente
para respirar aire puro y dejarte invadir por la tranquilidad del lugar.
El lugar en cuestión está apenas a 8 kilómetros
pasado Patones y está bastante bien indicado. No tiene perdida. Aunque hay gente
que deja el coche en la misma base de la presa (40.882641, -3.441285) y en huecos que va encontrando por el camino, no
hay demasiado espacio, se llena pronto y para dar la vuelta no es sencillo ya
que cuando te quieres dar cuenta estas subiendo por la continuación de la
carretera por la que venías y ésta, tras pasar el puente, está bastante
deteriorada y los boquetes en el piso son más que considerables.
Es mejor
acercarse a una zona de aparcamiento que hay habilitada un poco más adelante de la desviación que baja a la presa (40.880024, -3.443743). Desde allí sale un camino y en unos 200
metros estás en lo alto de la presa, lo que es bastante ventajoso porque para
acceder a la pradera que habíamos comentado hay que pasar por aquí sí o sí. De
esta forma nos hemos evitado el desnivel de acceder desde la base.
¿Que es lo primero que vemos para saber que vamos
por buen camino?
El aparcamiento está a la izquierda de la
carretera, por lo que tendremos que cruzar y tomar un ancho camino de tierra. A
nuestra izquierda, en el punto más alto de la loma que tenemos a nuestra izquierda
podemos ver una construcción que forma parte del conjunto de la presa y una
gran tubería que desciende con el desnivel de la montaña. Un poco más cerca de nuestro camino podemos ver la ermita de la Virgen de la Oliva. Una construcción medieval sin mantenimiento alguno y por tanto su estado es de ruina progresiva.
Unos metros más adelante encontraremos una valla que prohíbe y evita el paso de coches de allí en adelante. Nosotros seguimos y sin pérdida posible nos encontraremos con una vista de la presa de frente y a nuestra derecha otra construcción perteneciente a la misma y un camino que desciende.
Unos metros más adelante encontraremos una valla que prohíbe y evita el paso de coches de allí en adelante. Nosotros seguimos y sin pérdida posible nos encontraremos con una vista de la presa de frente y a nuestra derecha otra construcción perteneciente a la misma y un camino que desciende.
Nos dirigiremos hacia la presa. De frente nos
vamos a encontrar una zona edificada entre la montaña y la pared de la presa.
Se trata de llegar al otro lado, así que tiramos para adelante, subiremos algunas escaleras, nos asomamos de vez en cuando para tener diferentes vistas de la presa y finalmente llegaremos a un estrecho camino escavado en la roca al que afortunadamente le han añadido una barandilla para reducir la sensación de altura y exposición al peligro.
Se trata de llegar al otro lado, así que tiramos para adelante, subiremos algunas escaleras, nos asomamos de vez en cuando para tener diferentes vistas de la presa y finalmente llegaremos a un estrecho camino escavado en la roca al que afortunadamente le han añadido una barandilla para reducir la sensación de altura y exposición al peligro.
La primera panorámica que tenemos de la pradera es
impactante, pues no es fácil hacerse una idea de la amplitud del lugar hasta
que no lo ves. En primer término a la izquierda tenemos un torreón con una
banda blanca donde están marcados los metros que hay desde su base hasta la
altura en la que nos encontramos. Luego el río, la pradera y al fondo los
escaladores cuyos cascos y vestimenta destacan sobre el fondo marrón-grisáceo
de la roca y parecen pequeñas marionetas adornando un escaparate. Finalmente a
nuestra derecha, el muro de retención de la presa.
Si seguimos adelante por este camino ganado a la montaña, llegaremos a un punto en que tengamos tres opciones:
Si seguimos adelante por este camino ganado a la montaña, llegaremos a un punto en que tengamos tres opciones:
- subir unas
escaleras que llevan a alguna de las cuevas que hay un poco más arriba,
- seguir por el camino del mismo nivel, lo que nos llevará a recorrer parte del GR-10 y que de vez en cuando nos dará la oportunidad de descender a la ribera opuesta del río o
- bajar por unas escaleras, bastante desgastadas, hasta la altura del río, atravesar el mismo por un paso de cemento que hay y acceder pradera que vimos desde arriba.
- seguir por el camino del mismo nivel, lo que nos llevará a recorrer parte del GR-10 y que de vez en cuando nos dará la oportunidad de descender a la ribera opuesta del río o
- bajar por unas escaleras, bastante desgastadas, hasta la altura del río, atravesar el mismo por un paso de cemento que hay y acceder pradera que vimos desde arriba.
Nosotros esta vez elegimos la tercera opción. Nos
mojamos un poco los pies, subimos los enormes escalones de la inmensa pared hasta la cueva que
comunica con el otro extremo de la presa y luego después de comer nos
adentramos en la parte arbolada siguiendo el caminito que nace en la misma
pradera. Este sendero forma parte del GR-88 o Senderos del Jarama, una variante del GR-10 que nace en este mismo punto y llega hasta San Lorenzo del Escorial pasando por pueblos segovianos tan importantes como Sepulveda, Pedraza y San Rafael. Es un camino muy agradable y llano para hacer después de comer, sin agotarse
demasiado y sin peligro para que los niños vayan a su aire. Eso sí, teniendo en
cuenta que hay que desandar todo lo andado para volver al punto de partida.
Aquí no hay ruta circular, ¡si seguimos hasta el final son 140 kilometros!.
Nosotros no pudimos alargar mucho más el día, porque empezó a llover, y no sólo nos preocupaba salir de la pradera en la que estábamos, ya que la bajada hasta la misma es bastante empinada y de arena fina, sino sacar el coche del aparcamiento, que tampoco es zona asfaltada. Así que nos fuimos muy satisfechos con lo descubierto pero con una tarea pendiente, volver a patear un trecho del GR-10 y tener la vista de este valle desde el lado opuesto.
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