miércoles, 30 de agosto de 2017

Playa de Poo

De peculiar forma alargada, esta playa escoltada por verdes praderas y recogida entre acantilados es otra obra de arte de la naturaleza. Cuando la marea está baja, su peculiar forma alargada y sinuosa no te deja divisar el mar. Tendrás que recorrer casi 300 metros para llegar a la orilla. 


Es una playa perfecta para pasear y disfrutar de las vistas siempre diferentes desde cada rincón. También es buena opción para que los niños jueguen y se bañen, ya que tiene poco oleaje y el arroyo Vallina, que atraviesa la playa hasta desembocar en el mar, les da mucho juego y una alternativa de baño más tranquila y templada.

Es difícil de creer, que veinte años atrás, la gente de la zona no viniera a esta playa porque decía que el agua estaba contaminada. Los únicos que se acercaban eran aquellos que se alojaban en el camping que hay unos metros atrás. No tengo una vista de esa época, pero hoy en día es complicado hacerse una idea cuando te lo cuentan. Estas vistas, el agua transparente y el entorno es paradisíaco.

  • Aparcamiento: Sí (43.429423, -4.783015), pero es muy pequeño y se acaba aparcando al márgen de la carretera. 
  • Área recreativa: No
  • Duchas: Sí
  • Servicio de hostelería: Sí


Playa de Poo

Playa de Poo

Playa de Poo

Playa de Poo

domingo, 27 de agosto de 2017

Playa de Gulpiyuri

Poca gente que haya estado en Asturias no ha oido hablar de esta playa. Fue declarada Monumento Natural en 2001 por su singularidad y bellleza. 

Es una playa interior circular de aguas turquesas y transparentes, separada del mar por una pared rocosa de piedra caliza de más de 100 metros de espesor. El continuo choque de las olas contra la pared caliza provocó la creación de una cueva a través de la cual el agua se filtra y alimenta a esta peculiar playa

Para saciar la curiosidad y no quedarnos solo con la vista de un lado de esta pared rocosa, a la izquierda de esta pequeña playa, parte un pequeño camino ascendente que desembocará en unas fotogénicas rocas verticales que parecen resurgir con fuerza desde el fondo del mar. Desde allí, a parte de una impresionante panorámica, si nos arrimamos un poco al borde, podremos entrever donde se encuentra la cueva que comunica y surte de agua a la playa.

  • Aparcamiento: Sí (43.444594, -4.885696). Después, sólo hay que seguir un pequeño sendero de unos 400 metros que nos dejará frente a esta recogida playa.
  • Área recreativa: No
  • Duchas: No
  • Servicio de hostelería: No

Playa de Gulpiryuri

Playa de Gulpiryuri

Playa de Gulpiryuri

Playa de Gulpiryuri


martes, 22 de agosto de 2017

Peñíscola, tierra de templarios y leyendas

Peñíscola, peculiar orografía, estratégica situación y hermosa arquitectura. 

He de confesar que a pesar de que mi primer contacto consciente con Peñíscola (a pesar de que mis padres se empeñan en convencerme de que estuve allí con 2 o 3 años ¡y me tengo que acordar!) no fue de lo más ideal, hoy soy una enamorada de esta villa medieval. Algo emana de sus estrechas y empinadas calles, de su castillo, de sus plazas... que más embelesan al visitante cuanto más pasea y más pausado es su recorrido. 

Recuerdo que fue hace unos tres años. Pasábamos unos días en Alcossebre y decidimos pasar la tarde y posiblemente cenar en Peñíscola, que solo distaba a una media hora o tres cuartos de donde no alojábamos. 

Como era un día entre semana decidimos ir por la N-340 en vez de la de peaje, pero primera en la frente, camiones hasta aburrir que no nos permitían superar los 50 km/h y llegando a Santa Magdalena de Pulpis totalmente parados. Y así pasó el tiempo hasta que llegamos a la altura de una gasolinera y vimos la razón del parón: un control de la policía. 

Pasado el control, volvimos a nuestros 50 km/h y así llegamos hasta la desviación a Peñíscola. Había pasado más de hora y media desde que salimos. Una vez allí nos tocó buscar aparcamiento. Sí, ya se que hay un enorme aparcamiento en superficie, pero no había ni un hueco, había más coches buscando aparcamiento que coches aparcados. Al final, de tanta vuelta mi hijo se mareó y vomitó en el coche, así que con los nervios a punto de estallar nos dirigimos hacia el paseo marítimo para aparcar en el aparcamiento subterráneo (para el que había que esperar cola porque también estaba completo) y me bajé con él peque, mientras mi marido se quedaba guardando cola para aparcar. 

Nos fuimos hacia la playa, le quité la camiseta y la lavé en las duchas para limpiarse la arena cuando sales de la playa, fuimos a una tienda a comprarle una camiseta limpia y nos volvimos a la playa a que tomara un poco de aire a ver si se le pasaba el malestar. Al rato apareció mi marido y fue entonces, cuando después de un rato, ya empezábamos a estar más tranquilos cuando me di cuenta del precioso espectáculo que había en frente nuestro. Al final de la playa del norte se levantaba una enorme e imponente roca con un castillo en su copa y un camino de subida perfectamente iluminado. Fijaros que ya se nos había hecho de noche. Fue cuando me decidí a sacar una foto a esa preciosa postal.


Peñíscola
Peñíscola desde la Playa del Norte
Pero ni paseo por el casco histórico ni cena ni nada. Me volví intrigada por saber qué ocultaban esos muros, donde llevaba ese camino iluminado...  me negaba a que esa primera impresión fuera la que perdurara en mi recuerdo asi que al año siguiente lo intentamos de nuevo.

Portal de San Pere, Peñíscola
Portal de San Pere
Aquello fue distinto. El paseo fue muy agradable. Las estrechas callejuelas de casas encaladas y cuidadas consiguen embaucarte y encandilarte a pesar de el exceso de tiendas de recuerdos que insisten en retrotraerte a la actualidad.

En contrapartida, otras tiendas de productos artesanos y de atractiva estética o la selección de restaurantes de gran calidad y reconocimiento, retienen tu caminar y pausan tu visita añadiendo un punto mas de disfrute. 

Aparcamos en el aparcamiento en superficie y nos dirigimos hacia el Portal de San Pere, del siglo XV, por donde iniciamos nuestro recorrido. 

La entrada es imponente y señorial: muralla, gran puerta de acceso a la villa con el escudo del Papa Luna y calle adoquinada. Parece ser que era una puerta de acceso desde el mar hasta que se construyó el puerto.

Había turistas, pero ni comparación con el año anterior. Podías pasear y sacarle el sabor a cada calle y mirador.


Muralla de Peñíscola
Vistas del Mar Mediterráneo desde la muralla de Peñíscola
Elegir un recorrido es tarea sencilla, los monumentos que te marcan en el mapa del casco antiguo parecen colocados estratégicamente para facilitar la visita, pero si no dispones del mapa tampoco hay perdida. El instinto y la curiosidad del visitante te guiará desde el Portal de San Pere, subiendo toda la calle que bordea la villa, pegado a la muralla y disfrutando en todo momento de las extraordinarias vistas de la costa y del Mar Mediterráneo mientras pasas por:

El bufador de Peñíscola
El bufador
El bufador,  un túnel natural excavado en la roca por donde el agua discurre y en los días de temporal, cuando sube la marea provoca sonidos cual bufidos e incluso llega a expulsar chorros de agua hacia el exterior. 

Peñíscola
Muralla de Peñíscola
El museo de la mar, como salvaguarda del patrimonio marinero de Peñíscola. Para los amantes del cine, aquí encontrareis la primera reseña de una escena de la película de Calabuch que fue grabada justo aquí, donde podemos hacer un receso y disfrutar de las vistas bajo la sombra que nos regala un frondoso árbol. 

La casa de las conchas, la más llamativa y original de todas las casas de Peñíscola. Aparece indicada en el plano de turismo, pero si quieres saber más sobre su historia tienes que investigar un poquito por tu cuenta. Y eso hice, leyendo otros blogs encontré la página de Facebook y un poquito de su historia. Aunque hoy es una tienda de artesanía y recuerdos, esta casa fue construida en los años 50 por la familia de la que fuera, posiblemente, la primera guía turística de Peñíscola. 

Casa de las Conchas, Casa de las Conchas
Casa de las Conchas
Y finalmente y tras subir unas cuantas escaleras llegarás al faro. Allí se abre una pequeña plaza donde podemos dar casi por finalizado nuestro paseo por la muralla. Es hora de entrar de lleno en el casco histórico, y que mejor forma que por el lateral del Castillo del Papa Luna (Monumento Histórico-Artístico Nacional desde 1931). 

El Castillo del Papa Luna se encuentra en el lugar más elevado del peñón y fue construido por los Templarios sobre unas ruinas de una alcazaba árabe. Como podrás imaginar, son múltiples las historias y leyendas que hay en torno a este castillo habitados por tan misteriosos anfitriones. Tesoros escondidos, brujas, maldiciones, conjuras... te lo puedes creer o no, pero después de visitar el castillo, lo que tienes claro es que el tesoro real que encontró el Papa Luna en Peñíscola fue la paz de sus calles, el acogimiento de su gente, los aromas de la zona y las maravillosas vistas sobre el Mar Mediterráneo. Y nadie pudo arrebatárselo.


Faro de Peñíscola
Faro de Peñíscola


Papa Luna
Escultura del Papa Luna. Una de las pocas ocasiones en que no tiene a nadie al lado fotografiándose con él.
Después de visitar el Castillo deberemos de seguir hacia la Plaza de Armas, donde nos podremos tomar una estupenda y fresquita horchata en una de sus terrazas. 

Nuestra Señora de la Ermitana, Peñiscola
Nuestra Señora de la Ermitana
Seguimos hacia la Iglesia de Nuestra Señora de la Ermitana, patrona de Peñíscola y comenzamos nuestro descenso hacia la zona llamada Parque de Artillería. En este tramo, si tenemos intención de quedarnos a comer o cenar, encontraremos una gran concentración de restaurantes donde disfrutar de la rica gastronomía de la zona que satisfarán a los paladares más exigentes. 

Por esta zona, de estética militar, podremos subir a la muralla, pasar por encima del Portal de Santa María, desde donde tendremos una buena perspectiva de la Plaza de su mismo nombre. 


Plaza de Santa María, Peñiscola
Plaza de Santa María preparándose para un concierto de Jazz

Si seguimos adelante y atravesamos la plaza, saldremos de nuevo al Portal de San Pere por donde iniciamos el recorrido. ¡Pero no te vayas aun!

Si quieres descubrir la Peñíscola menos "invadida" y menos turística, estás a las puertas. Callejea pausadamente por las callejuelas que hay detrás de la Iglesia de Santa María y disfruta de alguna de sus intimas terracitas. Incluso en plena temporada, aquí podrás seguir encontrando el soplo de tranquilidad y esencia que otras partes de la villa casi pierden en estos días. 

Esta parte la descubrimos en nuestra tercera visita. Donde definitivamente claudiqué ante la belleza y el atractivo de Peñíscola. 

Sólo un consejo si vas con niños. Llevar un carrito en vez de en una mochila portabebes es un gran error (que, por cierto, cometimos nosotros en nuestro segundo año). Peñíscola no está echa para carritos de niños. Hay que subirla, bajarla y recorrerla a pié. Y lo que no ande, ¡a la espalda! 

Así podrás descubrir la preciosa y embaucadora Peñíscola. De castillos, caballeros y piratas. De sueños y leyendas. De artesanos y pescadores. De todo aquel que se deje querer. 

Por si echais en falta alguna foto más de la visita, a continuación os dejo alguna que no he interacalado durante la descripción de la visita por si se perdía el hilo de la historia.


Peñiscola
Callejuela de Peñiscola
Peñiscola
Calle con tiendas de artesanos y restaurantes
Peñiscola
Vista del litoral Mediterráneo desde la muralla
Peñiscola
Callejuela típica

Peñiscola
Subida al faro
Peñiscola
Peñiscola la nueva desde las viejas murallas



Peñiscola
Murallas de Peñiscola (Parque de artillería)

Capilla cerca de la Plaza de Santa María

Y por si necesitais más información sobre el recorrido de cine, por si os vais a quedar varios días y esto os ha sabido a poco o porque os gustaría profundizar más en la historia de esta villa medieval, aquí os dejo la página web de Turismo de Peñíscola. En su apartado de "organiza tu viaje" teneis una zona de descarga donde tienen colgados varios documentos muy interesantes (entre ellos el plano del casco histórico). Espero que la disfruteis. 


miércoles, 9 de agosto de 2017

Patones, una recuperación con demasiado éxito

Hace más de 25 años que visité Patones por primera vez. Muchas casas aún estaban en plena restauración y faltaba mucho por hacer, pero el atractivo de Patones empezaba a extenderse y su éxito solo fue en aumento hasta hacerse imposible su visita. 

Desde entonces varias veces he deseado volver y ver el resultado final de este pueblo recuperado, pero toda la información que me llegaba era la saturación que sufría los fines de semana de gente que subía a comer o simples curiosos se acercaban a echar un vistazo a ver qué había en Patones que atraía a tanta gente. 



Como muchos otros pueblos, Patones, antes de ser recuperado, tuvo su nacimiento, su momento de esplendor y su decadencia. 


Según los datos disponibles, Patones se creó allá por el siglo XVI como un caserío dependiente de Uceda. En el siglo XVIII consigue la independencia de la villa de Uceda, lo que indica que el pueblo vivía momentos de bonanza y desarrollo. Y fue ya en los años 60 cuando los habitantes de Patones empiezan a abandonar el pueblo y a construir un nuevo nucleo en una zona más llana y cómoda para vivir: Patones de abajo (algunas fuentes difieren en la decada de abandono. Yo me quedo con esta fecha  que es la que aparece en la web del mismo pueblo). 

Años más tarde, un francés decidió comprar varias casas, reformarlas y crear un hotel rural con encanto (hoy en día este concepto está más que extendido, pero allá por 1993 os aseguro que era una exclusividad y un verdadero lujo).

A la inauguración de este hotel, El Tiempo Perdido, le siguieron más hoteles y restaurantes "con encanto" en casas rehabilitadas que conservaban la arquítectura típica del lugar y que hicieron que en 1999 Patones fuera declarado Bien de Interés Cultural. 



En cualquier caso. Honestamente, aunque como os dije tenía muchas ganas de acercarme y ver de nuevo este pueblo, visitarlo no entraba dentro de mis planes y menos en fin de semana. Pero los astros se alinearon una tarde de sábado en el que estábamos pasando el día en el Pontón de la Oliva (puedes ver la entrada aquí) y empezó a llover. Cogimos el coche para volver a casa, cuando atravesando Patones de abajo, empezó a escampar. Eran ya más de las 5 de la tarde, por lo que supusimos que la gente que había ido allí a comer había dado por concluido su día con las primeras gotas y podría ser un buen momento para acercarnos. Nos miramos y dijimos: ¿lo intentamos? son menos de 3 kilómetros desde aquí. Si está saturado nos volvemos y punto. 


Y subimos. Por supuesto no había hueco en el reducido aparcamiento que hay en la entrada, pero hablando con los aparcacoches de algunos restaurantes del pueblo nos recomendaron entrar hasta el aparcamiento de residentes para dejar a los niños y luego salir y aparcar fuera. Volvimos y aparcar¡mos el coche en los primeros huecos del lateral de la carretera, pero algún coche desperdigado varios centenares de metros arriba nos dió una idea de hasta donde había llegado ese día la ristra de coches de los visitantes de Patones. 


La entrada al pueblo es a lo grande. Lo que era la iglesia, actual Oficina de Turismo sale a recibirte precedida de una pequeña placita y escoltada por las dos primeras casas de arquitectura negra tipicas de la zona.

En la misma puerta de la Oficina de Turismo, hay un cartel que te sugiere el itinerario de visita. El pueblo no tiene pérdida. Es muy pequeño, por lo que aunque no quieras, más o menos terminarás recorriendo el itinerario propuesto en uno y otro sentido. 





Cierto es que cada casa está cuidada y pensada al detalle, pero tanto restaurante y cartel anunciando menús, llega a agobiar un poco y le resta encanto a la visita. Quizá, precisamente por tener el conocimiento de todo el resurgimiento de Patones, me esperaba un resultado más bohemio. Restaurantes y hoteles mezclados con locales de artesanos y artistas que vendían allí sus creaciones inspiradas de su retiro en un pueblo sin apenas habitantes durante la semana. Pero bueno, rara vez lo que esperas es lo que encuentras. A veces es mejor, a veces es peor y a veces simplemente distinto.

En conclusión. Patones es un pueblo realmente bonito, cuidado y atractivo. ¿Su parte negativa? Estar tan cerca de Madrid. En Madrid somos muchos y nos movemos mucho, y esto no hace más que provocar su saturación los fines de semana y restarle el encanto de la exclusividad y buen gusto que seguramente François Fournier, tenía en mente cuando abrió El tiempo perdido 24 años atrás. Aun así, si teneis ocasión, no dejeis de visitarlo. Es uno de los pueblos más bonitos de Madrid.